sábado, 16 de julio de 2011

Una buena mañana

Estoy convencido de que la felicidad se puede conseguir a base de pequeños buenos momentos. No tenemos que obsesionarnos con encontrarla siempre en los grandes proyectos. Está también en el día a día, en el camino, y hay que tener la aptitud para extraer los instantes buenos, para componer un puzzle de buenos recuerdos para cargar la pila de "iones contentos".

Sábado 16 de julio. Me despiertan a las 7 ladridos de perros: los de los vecinos de abajo. En vez de cagarme en sus muelas aprovecho para desayunar y volverme a la cama. Los perros parece que callan. Son las 9 y media cuando vuelvo a abrir el ojo.
Café con una toma de chocolate, delante del ordenador, escuchando la radio.
A las 11 ya vestido de romano, con gorra, la radio puesta y un gel en el bolsillo, a la calle. Previsto hacer 20 Km llanos, con cuidado del calor.
Salgo suave. Las rodillas no me duelen. En el Km 5 el Forerunner se muere (el pegamento que le puse se ha soltado), y me quedo sin saber ritmos, pulsaciones ni mandangas. Lo mejor que me puede haber pasado.
Sigo con la ruta prevista: muchas bicis, pega el sol, pero aguanto; me saco la camiseta, y sigo. Ritmo cómodo, no sé las pulsaciones ni me importan, y sigo. Km 13: fuente; mojo gorra, tomo gel, y sigo. Km 15 o así, otra fuente, y sigo. Las rodillas no molestan mientras no aumente el ritmo.
Es el 16, y me noto bien. Voy despacio, sudado, pero contento. Sensaciones de que podría llegar corriendo al fin del mundo. Sé que no es verdad, que si siguiera un rato más todo pintaría de otra forma, pero eso no importa. Llego a casa. Gran sonrisa. Puntos para la felicidad.

Estirar, ducha, y al Mercadona. Compro una trenza y un helado de capuccino, que es el santo de mamá y hay comida en su casa. A mi padre lo veo mejor. Ya está probando a volver a salir en bici.

Ahora llego a casa y pienso que quizá si lo escribo pueda saborear esta mañana otra vez, cuando venga un día malo, cruzado, con cualquier tontería, asomarme a esta mi ventana, leer la entrada y recordar las pequeñas cosas que nos proporcionan un trozo de felicidad.

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